domingo, 3 de marzo de 2013

La economía al servicio de la persona.




He leido la entrevista que realizan en el Gara a Christian Felber sobre la economia del bien común y los paraísos fiscales.

En esta entrevista, que invito a leerla, se ofrecen algunas reflexiones como las siguientes:
- La economía del bien común no cuestiona al mercado, pero lo quiere «más democrático y participativo». Se acerca al modelo cooperativista.
- Creo que se trata de cambiar el enfoque de la actividad económica, preguntándonos por esa meta. Mientras confundamos el éxito y la felicidad con indicadores monetarios no vamos a salir de esta.
- Los más ricos tienen tantos miles de millones que no caben en una maleta y estos lo hacen casi exclusivamente por internet (las transacciónes a los paraisos fiscales).

Hoy, la crisis económica y los derivados de la misma, es tema de conversación en cualquier familia y grupo de amigos. Muchas veces nos sentimos indefensos y maniatados frente a esta situación, incapaces de generar alternativas, produciendo una esteril deseperación.

Desconozco si la alternativa de Christian Felber será eficaz, pero sí considero que el: "Objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja" (CDSI 334). Es verdad que hoy la economía no está contribuyendo a un mayor desarrollo personal y de la sociedad. Basta leer la sección de actualidad en la prensa para justificar esta afirmación. 

El mensaje de la Iglesia es claro: "Es un deber desarrollar de manera eficiente la actividad de producción de los bienes, de otro modo se desperdician recursos; pero no es aceptable un crecimiento económico obtenido con menoscabo de los seres humanos, de grupos sociales y pueblos enteros, condenados a la indigencia y a la exclusión. La expansión de la riqueza, visible en la disponibilidad de bienes y servicios, y la exigencia moral de una justa difusión de estos últimos deben estimular al hombre y a la sociedad en su conjunto a practicar la virtud esencial de la solidaridad, para combatir con espíritu de justicia y de caridad, dondequiera que existan, las «estructuras de pecado » que generan y mantienen la pobreza, el subdesarrollo y la degradación. Estas estructuras están edificadas y consolidadas por muchos actos concretos de egoísmo humano" (CDSI 332). 

Así, considero necesario profundizar, con un análisis crítico, en experiencias económicas alternativas que nos ayuden a orientar nuestro deber y poder combatir con eficacia las "estructuras de pecado" que generan mucho sufrimiento.

La Iglesia católica ha sido (y sigue siendo) modelo y madre de experiencias de liberación de los empobrecidos. Pido, desde esta humilde atalaya, volver la mirada a su magisterio y experiencia para buscar caminos y soluciones. ¡Es fácil que más de uno/a se sorprenda!



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